Dejaba la mente a la deriva y llegaba a lugares insospechados. El hábito de escribir le vino después, de la necesidad de contar esos periplos. Sus lectores, ávidos de datos biográficos, se convencieron de que aquellos sitios extraños eran metáforas de otros a los que se podía llegar físicamente. Nada más lejos de la realidad. Por mucho que insistiera en desmentirlo, el escritor se esforzaba en vano, y aquellos lugares tan suyos permanecían inaccesibles a su pesar.
Escritora.