Escuchaban el rugido de un camión y continuaban jugando como si no pasara nada. Sin embargo, ya estaban en alerta. Entretenidos, intentaban pensar en otra cosa mientras el ruido se acercaba. Y entonces, lo que estaban esperando ocurría. El sonido de un claxon los avisaba de que debían correr hacia la barandilla que separaba la casa de la carretera. Allí, asomados a la vía desde un patio elevado, saludaban sonriendo a su padre durante el único tiempo que, tal vez, pasaría ese día con ellos.
Escritora.
Conmovedor… Ahora se concilia algo más, pero recuerdo a mi madre decir que a mi abuelo apenas le veían.
Muchas gracias, Estefanía!
La belleza de un instante, por lo efímero, le da más vigor y sentido y peso dramático a lo vivido.
Otro buen microrrelato. Saludos, Belén!
Mil gracias…
Un abrazo.