Sonidos aleatorios

Dependiendo de la hora del día, desde mi casa se escuchan las conversaciones de los pájaros, la música de las cañerías, el fluir del tráfico, una gran variedad de monólogos ajenos y un pitido insistente que me acompaña cuando cierro la puerta y salgo a la calle, dejándolo todo bajo llave y en silencio: eso mismo me ocurre, exactamente, con tu voz.

Enedina

   Enedina no leía libros, pero sí analizaba rostros, y veía en ellos las más increíbles historias de amor, los mejores relatos de miedo y los sucesos más extraordinarios jamás contados. Por eso, y no por vanidad, se maquillaba tanto: para ofrecer las mejores páginas de su vida en el caso de que alguien más fuera capaz de leerlas.

Intermitentes

   Se querían a ratos, y no siempre al mismo tiempo. A veces estaban juntos y tenían la mente a kilómetros de distancia. Otras, se pensaban desde lejos y les bastaba con imaginarse. En ocasiones se echaban de menos, pero no en el mismo momento. Y debido a estas circunstancias, no faltaba quien les advirtiera de que esa intermitencia no podía ser amor, pero a ellos les daba lo mismo. Daba igual cómo se llamara aquello que tenían, porque lo único cierto era que ya no podían no tenerse.