Le gustaba pasear por las iglesias de manera pausada, entreteniéndose en las capillas, observando todos los detalles. Cuando daba por finalizado su recorrido, solía sentarse detrás de algún feligrés especialmente devoto para escuchar su oración. Le divertía oír las plegarias, y con frecuencia tenía que frenar la necesidad de decirle “no tienes ni idea de lo que pides, el único demonio contra el que debes luchar eres tú”. Al final, siempre terminaba levantándose. Proseguía su camino por las calles, sin rumbo fijo, sin obligaciones. Después de tantos milenios disfrutando de esa forma de vida, no pensaba renunciar a ella.
Microrrelato escrito para participar en el concurso
Minificciones.com.ar. El texto debía aludir a la imagen.