Escritora.
Relatos para leer de pie
…o para leer sentado. Con música, o sin ella. En voz alta o en silencio. En cualquier caso, no te llevarán mucho tiempo.
Lenguaje no verbal
Escritora.
Volcán
Siguiéndote la corriente, dije que sí, que sentía el calor del Teneguía y la energía telúrica que transmite debajo de mis dedos. Y en realidad era incapaz de notar nada, pendiente como estaba del calor de tu mano sobre la mía.
Escritora.
Ser o no ser
Escritora.
Perspectiva
Fotografía: Caminos, de Saray Rojas.
Escritora.
Cambio de planes
Escritora.
Una historia como otra cualquiera
Escritora.
Anuncio clasificado
Persona muy ocupada necesita a alguien capaz de luchar por sueños ajenos.
(Microrrelato ganador en la reunión de relatos sobre nuevos oficios del blog de Anónima Mente)
Escritora.
Pigmalión
La habitación está prácticamente en silencio. Sólo se escucha la respiración entrecortada de Pigmalión y el contacto de la gubia sobre el marfil, en el que poco a poco va formándose la figura de una mujer. Pigmalión la talla con paciencia, observando cada detalle, calibrando cada gesto. Apenas terminada, se da cuenta de que es la escultura más hermosa de cuantas ha hecho. Incrédulo, admira su propia obra. Acaricia cada volumen, cada pliegue. Su mirada se pierde en los ojos trepanados, profundos, y se desliza hasta llegar a los labios. Allí se queda, hasta que se atreve a besarlos. Nota cómo la frialdad del marfil le roba su propio calor, y siente deseos de abrazar a aquella mujer. Muy despacio, acerca su cuerpo al de ella. Atormentado por la rigidez de su contacto, la estrecha aún con más fuerza. Y así, sintiendo el dolor que le produce la presión del marfil en su cuerpo, le pide a la diosa Venus que le conceda una mujer semejante a ésa que no puede responder a sus caricias. Entonces nota cómo sus manos ahondan en la escultura, cómo son capaces de dejar marcada la piel. Acaricia la espalda, y un estremecimiento recorre el cuerpo entero. Mira sus ojos, y vuelve a perderse en su profundidad, esta vez sin límites. Besa sus labios, y éstos lo acogen cálidos. La habitación sigue estando prácticamente en silencio. Sólo se escuchan dos respiraciones entrecortadas.
Escritora.
Tejidos
De todos los colores entre los que puede elegir, la niña escoge un pequeño ovillo malva claro. Su madre le deja una de sus agujas y la sienta junto a ella. En realidad, la niña no sabe tejer, pero se entretiene enredando el hilo en la aguja bajo la supervisión atenta de su madre. La pequeña trata de imitarla, mientras la madre teje algo que aún no tiene forma, pero que ya posee infinidad de colores: el naranja luminoso de los días más felices, el gris pálido de aquéllos en los que no está para nadie, el azul celeste de cuando se siente feliz con ella misma, el verde botella de los momentos en los que sólo busca esperanza…
La niña lleva un rato observándola. Con paciencia, desenreda todo el hilo de su aguja y se lo ofrece a su madre: Quiere que el malva claro forme parte del tejido. La mujer sonríe y abraza a la pequeña. Acepta su sugerencia, aunque sabe que es innecesaria: La niña es un hermoso hilo dorado con el que teje desde hace tiempo.
(Para Johanna Rosbeck: Gracias por tu hilo. Espero que encuentres los colores más maravillosos)
Escritora.