Escritora.
Familia
Confidencias
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Manual de instrucciones
De pequeña solía rogarle a su madre que le contara alguna historia y, después de insistirle mucho, se quedaba tranquila escuchando el mismo cuento de todas las noches. Esa niña tiene hoy un hijo que no para de suplicarle. Al parecer, necesita un juego para un aparato electrónico del que ella no sabe ni para qué sirve ni cómo se enciende. Impotente ante los lamentos del niño, piensa que tendrá que sentarse a estudiar el uso de semejante artilugio y, lo más complicado, el funcionamiento de su hijo.
Microrrelato publicado en La Esfera Cultural.
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Teología del día a día
Microrrelato escrito para participar en el concurso Relatos en Cadena. La frase de inicio debía ser “como los ángeles al caer el sol“.
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Modelos
Microrrelato escrito para el Concurso Imaginarte Minificciones en Cadena. La frase de inicio debía ser “Le dice al oído en una de las arremetidas“.
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Cambio de planes
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Tejidos
De todos los colores entre los que puede elegir, la niña escoge un pequeño ovillo malva claro. Su madre le deja una de sus agujas y la sienta junto a ella. En realidad, la niña no sabe tejer, pero se entretiene enredando el hilo en la aguja bajo la supervisión atenta de su madre. La pequeña trata de imitarla, mientras la madre teje algo que aún no tiene forma, pero que ya posee infinidad de colores: el naranja luminoso de los días más felices, el gris pálido de aquéllos en los que no está para nadie, el azul celeste de cuando se siente feliz con ella misma, el verde botella de los momentos en los que sólo busca esperanza…
La niña lleva un rato observándola. Con paciencia, desenreda todo el hilo de su aguja y se lo ofrece a su madre: Quiere que el malva claro forme parte del tejido. La mujer sonríe y abraza a la pequeña. Acepta su sugerencia, aunque sabe que es innecesaria: La niña es un hermoso hilo dorado con el que teje desde hace tiempo.
(Para Johanna Rosbeck: Gracias por tu hilo. Espero que encuentres los colores más maravillosos)
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Retorno
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Momento único
Pedro, el oculista, ha salido corriendo. Atónitos, sus pacientes lo ven alejarse por el pasillo. No logran entenderlo. Es más, nunca han presenciado algo así.
Pedro sigue corriendo, y a su paso va dejando la misma expresión de asombro en todo aquél que lo ve atravesar el hospital. La mayoría lo identifica como el doctor Ruipérez, el conocido oftalmólogo, pero en ese momento es sólo un hombre que corre para llegar a tiempo. Y parece que va a conseguirlo. Al fondo, ve una enfermera que le sonríe. Cuando llega a su lado, está sin aliento. Llegas tarde, le dice ella. Tu mujer ha tenido un niño.
(Relato escrito para el concurso Relatos en Cadena: escueladeescritores.com/concurso-cadena-ser. El comienzo debía ser “Pedro, el oculista, ha salido corriendo“)
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Papiroflexia
Siempre le había gustado la papiroflexia. Cuando era pequeña, su padre le había enseñado algunas formas básicas, como el clásico avión, el barco, o la pajarita. A partir de ese momento, siguió investigando por su cuenta nuevas formas de transformar el papel, convirtiendo cada pedazo que caía en sus manos en algo sorprendente. En pocos segundos, las servilletas de las cafeterías se convertían en una flota improvisada, y las cartas del banco pasaban a ser un zoológico de lo más variopinto, donde un elefante y una paloma podían convivir junto a un dragón o un brontosaurio
Una tarde, como tantas otras veces, tomó el papel que tenía ante ella y lo dobló por la mitad. Luego, siguió ensayando nuevos pliegues, hasta obtener una figura. Poco convencida, observó el resultado y frunció el ceño. Uno a uno, desanduvo todos sus pasos hasta tener entre sus manos un trozo de papel arrugado. Lo contempló durante unos instantes, y lo guardó en el cajón de su mesa de noche, a la espera de un nuevo intento.
Sin embargo, sabía que jamás conseguiría transformar ese papel. Por muchos dobleces que hiciera, seguiría siendo lo mismo: una nota escrita por su padre justo antes de quitarse la vida.
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