Lenguaje corporal

Él sabe de sobra que los gestos delatan a las personas. De hecho, se gana la vida interpretándolos. Su sagacidad al respecto es conocida en el mundo empresarial, aunque también lo llaman algunos particulares. En cualquier caso, actúa un poco como un mago: nunca revela sus trucos. Y es que hay algunos muy sencillos. Le basta ver que una persona responde a una pregunta mirando hacia la izquierda para saber no es de fiar: esa persona miente. 
Desde hace un tiempo, está llevando el trabajo más allá de los límites estrictamente profesionales. Conocedor del misterioso lenguaje del cuerpo humano en general, está adaptando los gestos del suyo en particular para esconder sus infidelidades. Por eso, cuando llega tarde a casa y su mujer le pregunta dónde ha estado, él mira hacia la derecha y se apresura a responder que ha tenido mucho trabajo. Ya, yo también, le dice ella mirando hacia la izquierda.

Lenguaje no verbal

Abandonando la duda a la suave brisa generada por su abanico, la joven dama se valió de éste y del indiscreto brillo de sus ojos para expresarle a su amante todo aquello que no le estaba permitido decir con palabras.
(Microrrelato escrito para participar en el concurso ImaginArte Minificciones en Cadena. La frase de inicio deber ser “abandonando la duda a la suave brisa“)

Una historia como otra cualquiera

Acurrucados en el sofá, intentan ver una película mientras luchan para que no se les cierren los ojos. En la pantalla, la pareja protagonista parece tener una vida mucho más interesante que aquella otra que intercambia bostezos. ¿Hago zapping?, pregunta ella. No, dice él, quiero ver el final. Ambos saben que es mentira. La historia no tiene argumento, pero el físico de la protagonista hace menos importante esa carencia. La mujer del sofá no puede evitar una sonrisa. Abrazada a su marido, se queda dormida mientras fantasea con el actor principal. ¿Vamos al dormitorio? Vaya, su marido ha tenido que despertarla justo ahora. Sí, le responde, hay que levantarse temprano. Vencidos por el cansancio, los dos caminan despacio hacia la habitación. Los cuatro se meten en la cama.

Puzle

Me quedan sólo unos pocos recuerdos del tiempo que pasamos juntos. Siempre que escucho las Bachianas brasileiras de Villa-Lobos, me vienen a la mente las primeras tardes que quedamos para vernos, porque las estuve escuchando infinidad de veces durante esos días. Lo cruel de los recuerdos es que son personales, y por eso sé que aunque esa música me parta por la mitad, a ti te deja indiferente. Sospecho que te pasa lo mismo con otros sonidos que para mí carecen de significado.

De las conversaciones que mantuvimos, lo más probable es que cada uno recuerde retazos diferentes, inconexos, imposibles de hilvanar.

El olor del champú que usabas, tu forma de reír, tus ojos siempre sorprendidos… Son cosas que puedo evocar fácilmente, y por eso supongo que no voy a poder olvidarlas.

En medio de todos estos recuerdos hay un buen número de espacios vacíos. A nuestra relación le faltan piezas: ya no podemos reconstruirla.

(Microrrelato participante en la reunión de microrrelatos sobre desamor del blog de Anonima Mente: http://diariodeanonimamente.blogspot.com/).

Identidad

Han pasado muchos años desde la primera vez que durmieron juntos y, a partir de entonces, lo han hecho siempre de la misma manera. Arropados entre las sábanas, sus cuerpos se buscan mutuamente hasta que se encuentran y se adaptan perfectamente el uno al otro. Y así, abrazados, aguardan a que llegue el sueño.
El paso del tiempo ha hecho mella en ambos. Sus cuerpos de ahora, sólo recuerdan de manera vaga a aquéllos que fueron. Poco a poco, se han ido convirtiendo en otros que continúan abrazándose de la misma manera. Sin embargo, es justo en ese instante en el que transitan de la vigilia al sueño, cuando sus cuerpos se reconocen mutuamente y saben, que aunque se empeñen en reflejar lo contrario, bajo la piel siguen siendo ellos.

Des-encuentros

Mientras ella subía al tercer piso de un centro comercial cualquiera, él bajaba por la escalera mecánica contigua a la suya. Durante unos segundos estuvieron muy cerca el uno del otro. Tanto, que podrían haberse mirado o haber intercambiado algunas palabras. Sin embargo, no lo hicieron. Ninguno acusó la presencia del otro, porque no se conocían. A pesar de que terminarán amando cada centímetro de la piel del otro y necesitando su contacto para ser un poco más felices, ni siquiera recordarán ese día en el que coincidieron por primera vez. Porque no lo sabían. Él tendrá que pasar un proceso de divorcio, y ella deberá cambiar de trabajo. Entonces se encontrarán, pero no antes. Por eso ahora cada uno sigue su camino. De espaldas, se alejan el uno del otro.